Agua
gélida, salobre y revuelta en mi oscuro redor.
Agua asesina.
Agua que me quita
la vida y lo que es peor, la esperanza.
Y yo aquí solo; solo, mojado,
tiritando y sediento.
Presiento a mis hermanos, a pocos metros.
Ya cesaron los gritos.
Pronto estaré con ellos de nuevo, pero en un lugar mejor.
Recuerdo la primera vez, logramos arribar a la playa.
Nos devolvieron al mismo sitio, y vuelta a empezar.
Me están esperando. Deben de estar impacientes por retomar el camino.
Se oye una
sirena. Será mejor no moverse.
(Mientras tanto, en algún recóndito lugar del Ministerio de Asuntos Exteriores suena un viejo tema de Los
Toreros Muertos: “Por favor, no te mueras ... en mi portal”.)
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