Como cada tarde, tras el escalofriante anuncio por megafonía, los residentes de Steere House cruzaron los dedos, contuvieron el aliento y un sudor frío empapó sus cuerpos.
Todos eran candidatos y, aúnque alguno aparecía en las quinielas de favoritos, ninguno podía tener la certeza de librarse.
Media hora más tarde, a cinco kilómetros del geriátrico, el Ford de miss Terry yacía boca abajo envuelto en llamas mientras un rollizo minino merodeaba a su alrededor.
Me gusta el minino y que Miss Terry no estuviera en el Ford en ese momento. Para matar a la enfermera de noche era preciso no estar enamorado de ella, de ella.....
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